Bolivia en un nuevo orden mundial: Realismo, liderazgo pragmático y el desafío democrático

Presentación ante Executive Forums - REF. REF   

 

Eduardo A Gamarra, PhD

Profesor de Política y Relaciones Internacionales

Director del Foro de Opinión Pública Latina

Director Asociado del Jack Gordon Institute 

Green School of International and Public Affairs

Florida International University

 

Vivimos en un momento en que la geopolítica mundial está atravesando profundas transformaciones que requieren una reflexión cuidadosa y pragmática sobre cómo países como Bolivia deberían posicionarse. En un contexto donde la llegada del presidente Donald Trump a la Casa Blanca ha renovado la importancia estratégica de América Latina dentro de la política exterior estadounidense, la región se encuentra nuevamente en el centro de una disputa geopolítica entre grandes potencias mundiales. Estados Unidos, China y Rusia hoy compiten activamente por esferas de influencia, haciendo que el mundo vuelva, en muchos sentidos, al pensamiento realista clásico planteado por autores como Hans Morgenthau o al pragmatismo político de Nicolás Maquiavelo. Esta presentación tiene como objetivo reflexionar profundamente sobre estos cambios globales y sugerir caminos concretos para que Bolivia pueda afrontar estos desafíos con realismo estratégico y eficacia institucional, en un contexto marcado además por una preocupante crisis global de la democracia.

 

 

I. La Nueva Geopolítica Mundial y su Impacto en América Latina

La administración Trump significó un retorno explícito a una visión estratégica en América Latina inspirada en la histórica Doctrina Monroe. Originalmente proclamada en 1823, esta doctrina planteaba el continente americano como una esfera exclusiva de influencia estadounidense. Hoy, lejos del intervencionismo directo del siglo XX, este principio reaparece bajo la forma de una confrontación estratégica con otras grandes potencias que intentan proyectar su influencia en el hemisferio, principalmente China y Rusia. El creciente activismo chino, expresado en proyectos estratégicos como la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative), ha generado preocupación en Washington sobre el control de sectores críticos como las telecomunicaciones, la infraestructura energética y la explotación de recursos naturales estratégicos. Rusia, por su parte, ha mostrado interés renovado en cooperar militar y comercialmente con gobiernos en América Latina para desafiar la hegemonía tradicional estadounidense.

Este contexto obliga a repensar las relaciones internacionales desde un enfoque realista, volviendo al pensamiento de Morgenthau y Maquiavelo. Morgenthau argumentaba que las relaciones internacionales se mueven fundamentalmente por el interés nacional y la lucha por el poder, no por la búsqueda idealista de cooperación o justicia internacional. Maquiavelo, siglos antes, había planteado que el liderazgo pragmático implica tomar decisiones difíciles e incluso moralmente controversiales cuando el interés nacional así lo exija. Hoy, más que nunca, Bolivia necesita comprender que el mundo no está buscando amigos, sino socios estratégicos, y que la diplomacia pragmática debe prevalecer sobre discursos ideológicos.

II. El Declive del Multilateralismo y la Crisis Global de la Democracia

En paralelo al resurgimiento de la competencia geopolítica entre potencias, el multilateralismo —sistema basado en reglas e instituciones internacionales— se encuentra profundamente debilitado.  Líderes mundiales como Donald Trump, Vladimir Putin, Xi Jinping, Recep Tayyip Erdogan, o Nayib Bukele están definiendo la política internacional desde un liderazgo transaccional y personalista, relegando a un segundo plano instituciones como Naciones Unidas, la OEA o la Unión Europea. Esta dinámica refleja un retorno al bilateralismo-personalista y acuerdos pragmáticos directos entre gobiernos, donde las alianzas estratégicas se basan en intereses puntuales y no en principios abstractos o ideales universales.

La crisis del multilateralismo coincide con una crisis aún más profunda y preocupante: la crisis global de la democracia. A pesar de que encuestas mundiales demuestran que la mayoría todavía considera que la democracia es el mejor sistema político posible, existe un profundo descontento ciudadano con su desempeño real, especialmente en América Latina. En la región, la democracia se ha convertido muchas veces en un sistema que, aunque electoralmente competitivo, termina eligiendo a gobernantes incapaces de resolver los problemas estructurales más importantes del siglo XXI: inseguridad, pobreza, desigualdad y migración masiva.

La frustración ciudadana frente a estas falencias democráticas ha llevado al surgimiento de líderes autoritarios o populistas que concentran poder en el ejecutivo, minando la independencia judicial, la separación de poderes y los mecanismos institucionales de fiscalización del Estado. Hoy, América Latina presencia con creciente frecuencia la preferencia de la ciudadanía por liderazgos fuertes, incluso cuando ello implique la erosión de derechos fundamentales o libertades democráticas. La experiencia reciente en países como El Salvador, Venezuela o Nicaragua ejemplifica claramente esta tendencia. Y hoy, para la gran sorpresa de muchos, estas mismas tendencias se manifiestan aceleradamente en Estados Unidos, la democracia más antigua del hemisferio. 

 

¿Cómo debería Bolivia manejar su pragmatismo estratégico considerando la renovada Doctrina Monroe bajo la presidencia de Trump?

En la actual coyuntura internacional, marcada por una renovada presencia de Estados Unidos en América Latina bajo la administración Trump, Bolivia enfrenta el desafío de mantener un delicado equilibrio estratégico que le permita preservar su autonomía y defender sus intereses nacionales. La aplicación contemporánea de la Doctrina Monroe por parte de Estados Unidos ha generado una presión creciente hacia los países latinoamericanos para distanciarse de China y Rusia. Ante este escenario, resulta fundamental que Bolivia defina claramente cómo ejercer un pragmatismo realista, viable y funcional que le permita gestionar exitosamente sus relaciones internacionales, especialmente con estas tres grandes potencias.

1. Entendiendo la Nueva Doctrina Monroe y sus implicaciones para Bolivia

La administración Trump ha revitalizado la lógica de la Doctrina Monroe con el objetivo explícito de frenar la influencia estratégica y económica de China y Rusia en América Latina. El mensaje ha sido claro: los países del hemisferio occidental deberían alinear sus intereses estratégicos más estrechamente con Washington, especialmente en áreas críticas como telecomunicaciones, energía, infraestructura estratégica y defensa.

Para Bolivia, cuya dependencia económica del comercio e inversiones provenientes de China es significativa, y cuya histórica cooperación técnica y comercial con Rusia también ha sido relevante, este contexto plantea riesgos y dilemas complejos. Sin embargo, es importante aclarar que históricamente Bolivia no ha ocupado un lugar prioritario en la agenda estratégica de Estados Unidos, salvo durante las décadas de los 80 y 90, cuando el país era considerado un actor significativo en la producción de cocaína. En ese periodo, Bolivia atrajo atención directa de Washington debido al impacto del narcotráfico en la seguridad nacional estadounidense, generando políticas activas como la certificación antidrogas, presiones diplomáticas y asistencia condicionada a esfuerzos específicos en la lucha contra esta industria ilícita.

Paradójicamente, aunque hoy Bolivia produce mucha más cocaína que en aquella época, convirtiéndose en uno de los principales exportadores de esta droga hacia mercados emergentes como Brasil, Argentina, Chile, Europa e incluso Australia, esta circunstancia por sí sola no genera una preocupación significativa en Washington. El gobierno estadounidense actualmente ve la problemática del narcotráfico boliviano como una cuestión regional y global, pero no como una amenaza directa o inmediata a su seguridad nacional. A diferencia de lo sucedido en los años 90, el tráfico de droga boliviana tiene menos incidencia directa en Estados Unidos, concentrándose más en países latinoamericanos y en otras regiones del mundo.

Asimismo, si bien el narcotráfico boliviano no representa hoy una preocupación central para la administración Trump, tampoco lo es el tema migratorio. Esto se debe a que los bolivianos que emigran masivamente han preferido buscar destinos más accesibles y cercanos cultural y geográficamente, como Argentina, Brasil o España, en lugar de los Estados Unidos. La población boliviana en territorio estadounidense es relativamente pequeña y no ha formado parte destacable de las grandes olas migratorias latinoamericanas que constituyen hoy uno de los ejes principales de la agenda política del presidente Trump. De hecho, los bolivianos representan una fracción ínfima del conjunto de inmigrantes indocumentados a los cuales Trump ha prometido repatriar masivamente.

En otras palabras, ni en el ámbito del narcotráfico ni en la cuestión migratoria Bolivia figura como parte de las amenazas directas percibidas por la administración Trump. Lo que sí llama la atención de Estados Unidos en Bolivia es la presencia creciente de China, especialmente en sectores estratégicos como la explotación e industrialización del litio, considerado por Washington como un recurso fundamental para el futuro económico y tecnológico global. Aunque esta presencia china genera interés y cierta inquietud en Washington, no alcanza aún el nivel de preocupación que genera en otros países latinoamericanos como Brasil, Argentina o Chile, cuyos vínculos estratégicos y económicos con China son significativamente mayores. La participación rusa, si bien presente en algunos aspectos tecnológicos y comerciales, tampoco se percibe aún como una amenaza estratégica inmediata o prioritaria desde la perspectiva estadounidense.

Por tanto, el desafío para Bolivia no radica únicamente en comprender estas presiones externas derivadas de la renovada Doctrina Monroe, sino también en reconocer con realismo que su importancia relativa en la agenda geopolítica estadounidense continúa siendo limitada. Esto implica que Bolivia cuenta con un mayor margen de maniobra diplomática para gestionar con habilidad pragmática sus relaciones exteriores, evitando caer en confrontaciones directas con Estados Unidos, y al mismo tiempo manteniendo acceso fluido a los beneficios que China y Rusia puedan ofrecer en términos económicos, tecnológicos y comerciales.

2. El pragmatismo boliviano en la coyuntura actual: Un desafío histórico para Bolivia

Bolivia enfrenta hoy una de las crisis más complejas de su historia reciente, marcada por profundas dificultades económicas, políticas y sociales. Esta crisis es posiblemente tan o más grave que la vivida en los años ochenta, cuando el país atravesaba una dramática hiperinflación e inestabilidad política crónica. La actual coyuntura refleja el agotamiento definitivo de un modelo económico y político basado principalmente en la exportación de gas natural y el protagonismo central del Estado en la gestión económica. Este modelo, que impulsó el crecimiento durante gran parte del siglo XXI, ha llegado a su fin, dejando al país sumido en incertidumbre sobre el futuro y en la necesidad urgente de reinventar su estrategia nacional de desarrollo.

En agosto próximo, Bolivia acudirá nuevamente a las urnas en medio de este complejo escenario. Independientemente de quién gane las elecciones, el futuro presidente heredará una situación sumamente crítica, caracterizada por una economía severamente deteriorada, instituciones debilitadas, alta conflictividad social, y una población profundamente desencantada con los liderazgos políticos tradicionales. El nuevo gobierno deberá comprender la magnitud histórica de este reto, pues sus decisiones definirán no solo la recuperación inmediata del país, sino también su estabilidad y posición estratégica en el nuevo contexto mundial, dominado por el pragmatismo realista de potencias como Estados Unidos, China y Rusia.

Ante este desafío histórico, Bolivia está obligada a redefinir su pragmatismo estratégico no como mera neutralidad pasiva, sino como una estrategia consciente y deliberada de posicionamiento internacional que proteja los intereses nacionales concretos. La política exterior debe dejar atrás planteamientos ideológicos rígidos o alianzas automáticas y buscar un equilibrio estratégico inteligente, pragmático y consciente de los riesgos y oportunidades globales.

Para lograr esta necesaria posición pragmática, el próximo gobierno debería asumir con claridad y determinación las siguientes líneas de acción:

a. Diplomacia silenciosa y discreta:

En el actual contexto, la diplomacia boliviana debe alejarse de los discursos confrontacionales o polarizadores del pasado reciente. El próximo gobierno deberá mantener una postura cautelosa, evitando declaraciones retóricas que aumenten la tensión innecesariamente con Washington, Beijing o Moscú. Esto implica gestionar las relaciones con China y Rusia con menor exposición pública, focalizando la cooperación en aspectos técnicos, comerciales y de inversión específicos, especialmente en sectores clave como minería, litio e infraestructura crítica. La diplomacia discreta permitirá a Bolivia reducir significativamente riesgos de represalias o sanciones internacionales, especialmente desde Estados Unidos, sin perder los beneficios concretos que aportan estas potencias.

b. Diversificación estratégica con Estados Unidos:

Al mismo tiempo, Bolivia deberá aprovechar la oportunidad para reconstruir de manera pragmática sus vínculos con Estados Unidos. Si bien es cierto que ni la producción de drogas ni la migración boliviana representan amenazas estratégicas para la administración Trump, sí existen áreas específicas donde Washington podría estar interesado en fortalecer su relación con Bolivia, particularmente en temas económicos, tecnológicos y comerciales.

El nuevo gobierno deberá, por tanto, retomar con rapidez los diálogos bilaterales pragmáticos con Estados Unidos en áreas de mutuo beneficio como la agroindustria, cooperación tecnológica, inversiones en infraestructura energética, desarrollo del sector litio, y colaboración específica en la lucha contra delitos transnacionales relacionados con el narcotráfico. Estados Unidos bajo Trump valora especialmente resultados concretos, inmediatos y visibles. Bolivia puede aprovechar esta perspectiva transaccional para negociar acuerdos que tengan un impacto positivo directo en la economía nacional y que contribuyan a la estabilidad interna.

c. Comunicación clara, transparente y proactiva con Washington:

La relación diplomática entre Bolivia y Estados Unidos debe basarse en una comunicación clara, transparente y proactiva. La próxima administración boliviana tendrá que asegurar que Washington entienda claramente las motivaciones pragmáticas de sus relaciones con China y Rusia, señalando explícitamente que estos vínculos son estrictamente económicos y comerciales y no obedecen a intenciones estratégicas o geopolíticas adversas a Estados Unidos.

Esta transparencia contribuirá a reducir desconfianzas, minimizar tensiones, y facilitar un diálogo más constructivo y estable con Washington. Además, Bolivia debe enfatizar en las áreas concretas donde puede ofrecer valor a Estados Unidos, como en la producción de minerales estratégicos o la cooperación en seguridad regional, reduciendo así cualquier percepción negativa o desconfianza innecesaria.

d. Limitar estratégicamente la dependencia crítica hacia una sola potencia:

Finalmente, Bolivia debe evitar cometer el error de depender críticamente de un solo socio internacional en áreas sensibles como telecomunicaciones (especialmente redes 5G), ciberseguridad, infraestructura crítica o defensa. Específicamente, la próxima administración deberá evaluar cuidadosamente las inversiones estratégicas provenientes de China y Rusia, particularmente en sectores que Estados Unidos percibe como sensibles o prioritarios en términos de seguridad nacional. Bolivia debe mantener una prudente diversificación de sus relaciones internacionales, evitando compromisos estratégicos con un solo socio que pudieran generar una reacción negativa fuerte desde Estados Unidos.

Para ello, será fundamental impulsar alianzas económicas regionales adicionales con países vecinos como Brasil, Argentina, Chile y Perú, y también fortalecer relaciones económicas específicas con socios tradicionales como Europa, Canadá, Japón y Corea del Sur. Este enfoque disminuirá considerablemente la vulnerabilidad boliviana frente a cualquier represalia potencial y aumentará el margen de maniobra estratégico del país.

Un llamado urgente a la acción estratégica

En definitiva, el nuevo gobierno boliviano tendrá la obligación histórica de responder pragmáticamente ante una coyuntura compleja en lo nacional e internacional. La gravedad de la crisis actual implica que Bolivia no tiene margen para errores estratégicos o ideológicos en política exterior. El pragmatismo inteligente y realista debe convertirse en la brújula esencial que guíe al país en los próximos años.

Este pragmatismo no solo debe estar orientado a mantener equilibrios externos inteligentes, sino también a reforzar urgentemente las instituciones internas y la economía nacional, condición indispensable para que Bolivia tenga una voz legítima, respetada y efectiva en el contexto global. La colaboración estrecha entre gobierno, sector privado y sociedad civil será clave en esta tarea histórica. La única forma en que Bolivia podrá superar exitosamente esta crisis sin precedentes es asumiendo con realismo su posición en el mundo, negociando pragmáticamente sus relaciones internacionales, y garantizando que sus decisiones estratégicas respondan únicamente a la defensa clara y efectiva del interés nacional.

3. Fortalecimiento interno como base del pragmatismo exterior: el desafío de reconstruir la institucionalidad y recuperar la legitimidad democrática

Para que la estrategia de pragmatismo inteligente en el plano internacional sea efectiva, Bolivia necesita abordar con urgencia la profunda crisis interna que hoy afecta sus fundamentos democráticos e institucionales. La democracia representativa atraviesa una crisis global de legitimidad, pero en Bolivia la gravedad de esta crisis es particularmente preocupante, reflejada en niveles históricos de desconfianza hacia las instituciones políticas, judiciales y económicas, así como hacia los liderazgos partidarios tradicionales. Esta situación debilita gravemente la capacidad del país para actuar con autonomía y autoridad frente a presiones internacionales.

En este contexto, el desafío inmediato del próximo gobierno no será únicamente definir una política exterior pragmática, sino también desarrollar un pragmatismo estratégico interno, entendido como la capacidad realista y efectiva para reconstruir instituciones sólidas, reducir significativamente la polarización social y política, y restablecer la legitimidad y fortaleza del Estado para implementar una agenda nacional coherente. Este pragmatismo estratégico interno será la condición indispensable para avanzar hacia un verdadero rescate económico, una reconstrucción institucional duradera y una presencia internacional sólida y respetada.

Para concretar este pragmatismo estratégico interno, el próximo gobierno debería asumir tres líneas de acción fundamentales:

 

a. Reconstrucción institucional profunda y transparente

La crisis institucional que hoy afecta a Bolivia tiene múltiples dimensiones: una profunda pérdida de credibilidad de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, corrupción generalizada en las instituciones públicas, y un sistema judicial debilitado por influencias políticas y falta de transparencia. Esta fragilidad institucional no solo genera incertidumbre interna, sino que también limita drásticamente la capacidad negociadora del país en el exterior.

Por lo tanto, es crucial una reforma integral y profunda del sistema judicial y las instituciones del Estado, con especial énfasis en garantizar la independencia real de poderes y la transparencia en la gestión pública. Ello requiere:

  • Despolitizar urgentemente los procesos de selección de jueces y fiscales, promoviendo mecanismos independientes y transparentes para elegir autoridades judiciales idóneas.
  • Garantizar la transparencia plena en las contrataciones públicas, reforzando mecanismos efectivos de control social e institucional para reducir drásticamente la corrupción.
  • Promover la transparencia presupuestaria y administrativa del Estado, estableciendo mecanismos que recuperen la confianza ciudadana en la gestión pública.

Solo a través de instituciones sólidas, independientes y transparentes, Bolivia podrá enfrentar con legitimidad y fortaleza las presiones externas y negociar con éxito en el contexto internacional actual.

b. Reducción efectiva de la polarización social y política

Bolivia vive hoy una polarización política y social intensa que debilita significativamente al Estado, limita el diálogo democrático, genera constante inestabilidad política y afecta negativamente la legitimidad y fortaleza de cualquier gobierno. Para superar este desafío, el pragmatismo estratégico interno deberá enfocarse en:

  • Establecer mecanismos concretos de diálogo nacional, amplios y permanentes, que involucren a todos los sectores políticos, económicos y sociales relevantes del país. El próximo gobierno deberá asumir con pragmatismo que, sin diálogo efectivo, no habrá estabilidad ni reconstrucción económica o institucional posible.
  • Desarrollar una agenda de consensos mínimos que permita acuerdos sobre temas estratégicos prioritarios para el país (económicos, sociales, judiciales, educativos), garantizando gobernabilidad interna a largo plazo.
  • Evitar la tentación de imponer visiones partidarias excluyentes; en cambio, promover un liderazgo conciliador, pragmático y abierto a la cooperación con diversos sectores, reconociendo que la estabilidad y la unidad nacional son condiciones fundamentales para enfrentar con éxito las presiones internacionales.

c. Alianza estratégica público-privada como base de la recuperación económica y estabilidad política

La reconstrucción económica e institucional del país no será posible sin una sólida alianza estratégica entre el sector público y el sector privado. Este vínculo no debe ser circunstancial o coyuntural, sino que debe convertirse en una característica permanente y estructural del nuevo modelo de gestión económica y política de Bolivia. La alianza público-privada debería fundamentarse en:

  • Promover espacios institucionales permanentes de diálogo y cooperación entre gobierno y sector privado, que permitan tomar decisiones rápidas, pragmáticas y efectivas en temas económicos estratégicos, especialmente en inversiones, infraestructura, comercio exterior e industrialización.
  • Impulsar una agenda conjunta de recuperación económica, que combine políticas estatales claras con inversiones privadas estratégicas para generar empleo digno, reducir pobreza y estimular crecimiento económico sostenible.
  • Reconocer explícitamente que el sector privado boliviano es un actor estratégico imprescindible para lograr estabilidad interna, desarrollo económico y fortaleza institucional frente a desafíos externos.

 

 

Del pragmatismo estratégico interno como fundamento de la acción exterior

En definitiva, el pragmatismo estratégico interno es mucho más que un simple ajuste coyuntural: es la respuesta urgente, necesaria y realista a la crisis profunda que atraviesa Bolivia en el ámbito económico, institucional y político. Solo reconstruyendo instituciones sólidas y transparentes, reduciendo significativamente la polarización y generando legitimidad democrática real, el próximo gobierno podrá tener la fuerza y autoridad necesarias para avanzar en la recuperación económica nacional y defender de manera efectiva y autónoma sus intereses estratégicos en el complejo contexto internacional actual.

Este desafío interno representa una oportunidad histórica para que Bolivia reconstruya su democracia representativa sobre bases más sólidas, pragmáticas y sostenibles. La coherencia interna será clave para fortalecer la capacidad negociadora externa del país, asegurando que Bolivia pueda ubicarse estratégicamente en el nuevo orden mundial, defendiendo con claridad y eficacia su soberanía, sus intereses económicos y su estabilidad política y social a largo plazo.

 

Un llamado al pragmatismo estratégico para enfrentar el desafío histórico de Bolivia

La coyuntura actual impone a Bolivia un desafío histórico sin precedentes. Frente al agotamiento de su modelo económico basado en la exportación de gas natural y al deterioro profundo de sus instituciones democráticas, el próximo gobierno deberá actuar con un pragmatismo estratégico que permita simultáneamente superar la crisis interna y posicionar efectivamente al país en un entorno internacional marcado por la renovada Doctrina Monroe, la rivalidad entre potencias y la competencia económica global.

Para enfrentar con éxito este complejo escenario, Bolivia debe adoptar acciones concretas basadas en tres pilares fundamentales:

Primero, en lo internacional, Bolivia debe asumir un realismo estratégico que reconozca la naturaleza pragmática y transaccional de las relaciones internacionales actuales. En concreto, esto implica diversificar inteligentemente sus relaciones con Estados Unidos, China y Rusia, evitando confrontaciones innecesarias mediante una diplomacia discreta, proactiva y profesionalizada. Este equilibrio estratégico permitirá al país atraer inversiones, tecnología y cooperación técnica sin quedar atrapado en conflictos geopolíticos que afecten su autonomía.

Segundo, el pragmatismo estratégico interno resulta indispensable para dotar al próximo gobierno de la legitimidad y fortaleza institucional que requiere. La profunda crisis democrática y de confianza ciudadana exige una reconstrucción institucional efectiva, reduciendo drásticamente la polarización política y fortaleciendo la independencia judicial, la transparencia administrativa y la estabilidad 

Bolivia en un nuevo orden mundial: Realismo, liderazgo pragmático y el desafío democrático

Presentación ante Executive Forums - REF. REF   

 

Eduardo A Gamarra, PhD

Profesor de Política y Relaciones Internacionales

Director del Foro de Opinión Pública Latina

Director Asociado del Jack Gordon Institute 

Green School of International and Public Affairs

Florida International University

 

Vivimos en un momento en que la geopolítica mundial está atravesando profundas transformaciones que requieren una reflexión cuidadosa y pragmática sobre cómo países como Bolivia deberían posicionarse. En un contexto donde la llegada del presidente Donald Trump a la Casa Blanca ha renovado la importancia estratégica de América Latina dentro de la política exterior estadounidense, la región se encuentra nuevamente en el centro de una disputa geopolítica entre grandes potencias mundiales. Estados Unidos, China y Rusia hoy compiten activamente por esferas de influencia, haciendo que el mundo vuelva, en muchos sentidos, al pensamiento realista clásico planteado por autores como Hans Morgenthau o al pragmatismo político de Nicolás Maquiavelo. Esta presentación tiene como objetivo reflexionar profundamente sobre estos cambios globales y sugerir caminos concretos para que Bolivia pueda afrontar estos desafíos con realismo estratégico y eficacia institucional, en un contexto marcado además por una preocupante crisis global de la democracia.

 

 

I. La Nueva Geopolítica Mundial y su Impacto en América Latina

La administración Trump significó un retorno explícito a una visión estratégica en América Latina inspirada en la histórica Doctrina Monroe. Originalmente proclamada en 1823, esta doctrina planteaba el continente americano como una esfera exclusiva de influencia estadounidense. Hoy, lejos del intervencionismo directo del siglo XX, este principio reaparece bajo la forma de una confrontación estratégica con otras grandes potencias que intentan proyectar su influencia en el hemisferio, principalmente China y Rusia. El creciente activismo chino, expresado en proyectos estratégicos como la Franja y la Ruta (Belt and Road Initiative), ha generado preocupación en Washington sobre el control de sectores críticos como las telecomunicaciones, la infraestructura energética y la explotación de recursos naturales estratégicos. Rusia, por su parte, ha mostrado interés renovado en cooperar militar y comercialmente con gobiernos en América Latina para desafiar la hegemonía tradicional estadounidense.

Este contexto obliga a repensar las relaciones internacionales desde un enfoque realista, volviendo al pensamiento de Morgenthau y Maquiavelo. Morgenthau argumentaba que las relaciones internacionales se mueven fundamentalmente por el interés nacional y la lucha por el poder, no por la búsqueda idealista de cooperación o justicia internacional. Maquiavelo, siglos antes, había planteado que el liderazgo pragmático implica tomar decisiones difíciles e incluso moralmente controversiales cuando el interés nacional así lo exija. Hoy, más que nunca, Bolivia necesita comprender que el mundo no está buscando amigos, sino socios estratégicos, y que la diplomacia pragmática debe prevalecer sobre discursos ideológicos.

II. El Declive del Multilateralismo y la Crisis Global de la Democracia

En paralelo al resurgimiento de la competencia geopolítica entre potencias, el multilateralismo —sistema basado en reglas e instituciones internacionales— se encuentra profundamente debilitado.  Líderes mundiales como Donald Trump, Vladimir Putin, Xi Jinping, Recep Tayyip Erdogan, o Nayib Bukele están definiendo la política internacional desde un liderazgo transaccional y personalista, relegando a un segundo plano instituciones como Naciones Unidas, la OEA o la Unión Europea. Esta dinámica refleja un retorno al bilateralismo-personalista y acuerdos pragmáticos directos entre gobiernos, donde las alianzas estratégicas se basan en intereses puntuales y no en principios abstractos o ideales universales.

La crisis del multilateralismo coincide con una crisis aún más profunda y preocupante: la crisis global de la democracia. A pesar de que encuestas mundiales demuestran que la mayoría todavía considera que la democracia es el mejor sistema político posible, existe un profundo descontento ciudadano con su desempeño real, especialmente en América Latina. En la región, la democracia se ha convertido muchas veces en un sistema que, aunque electoralmente competitivo, termina eligiendo a gobernantes incapaces de resolver los problemas estructurales más importantes del siglo XXI: inseguridad, pobreza, desigualdad y migración masiva.

La frustración ciudadana frente a estas falencias democráticas ha llevado al surgimiento de líderes autoritarios o populistas que concentran poder en el ejecutivo, minando la independencia judicial, la separación de poderes y los mecanismos institucionales de fiscalización del Estado. Hoy, América Latina presencia con creciente frecuencia la preferencia de la ciudadanía por liderazgos fuertes, incluso cuando ello implique la erosión de derechos fundamentales o libertades democráticas. La experiencia reciente en países como El Salvador, Venezuela o Nicaragua ejemplifica claramente esta tendencia. Y hoy, para la gran sorpresa de muchos, estas mismas tendencias se manifiestan aceleradamente en Estados Unidos, la democracia más antigua del hemisferio. 

 

¿Cómo debería Bolivia manejar su pragmatismo estratégico considerando la renovada Doctrina Monroe bajo la presidencia de Trump?

En la actual coyuntura internacional, marcada por una renovada presencia de Estados Unidos en América Latina bajo la administración Trump, Bolivia enfrenta el desafío de mantener un delicado equilibrio estratégico que le permita preservar su autonomía y defender sus intereses nacionales. La aplicación contemporánea de la Doctrina Monroe por parte de Estados Unidos ha generado una presión creciente hacia los países latinoamericanos para distanciarse de China y Rusia. Ante este escenario, resulta fundamental que Bolivia defina claramente cómo ejercer un pragmatismo realista, viable y funcional que le permita gestionar exitosamente sus relaciones internacionales, especialmente con estas tres grandes potencias.

1. Entendiendo la Nueva Doctrina Monroe y sus implicaciones para Bolivia

La administración Trump ha revitalizado la lógica de la Doctrina Monroe con el objetivo explícito de frenar la influencia estratégica y económica de China y Rusia en América Latina. El mensaje ha sido claro: los países del hemisferio occidental deberían alinear sus intereses estratégicos más estrechamente con Washington, especialmente en áreas críticas como telecomunicaciones, energía, infraestructura estratégica y defensa.

Para Bolivia, cuya dependencia económica del comercio e inversiones provenientes de China es significativa, y cuya histórica cooperación técnica y comercial con Rusia también ha sido relevante, este contexto plantea riesgos y dilemas complejos. Sin embargo, es importante aclarar que históricamente Bolivia no ha ocupado un lugar prioritario en la agenda estratégica de Estados Unidos, salvo durante las décadas de los 80 y 90, cuando el país era considerado un actor significativo en la producción de cocaína. En ese periodo, Bolivia atrajo atención directa de Washington debido al impacto del narcotráfico en la seguridad nacional estadounidense, generando políticas activas como la certificación antidrogas, presiones diplomáticas y asistencia condicionada a esfuerzos específicos en la lucha contra esta industria ilícita.

Paradójicamente, aunque hoy Bolivia produce mucha más cocaína que en aquella época, convirtiéndose en uno de los principales exportadores de esta droga hacia mercados emergentes como Brasil, Argentina, Chile, Europa e incluso Australia, esta circunstancia por sí sola no genera una preocupación significativa en Washington. El gobierno estadounidense actualmente ve la problemática del narcotráfico boliviano como una cuestión regional y global, pero no como una amenaza directa o inmediata a su seguridad nacional. A diferencia de lo sucedido en los años 90, el tráfico de droga boliviana tiene menos incidencia directa en Estados Unidos, concentrándose más en países latinoamericanos y en otras regiones del mundo.

Asimismo, si bien el narcotráfico boliviano no representa hoy una preocupación central para la administración Trump, tampoco lo es el tema migratorio. Esto se debe a que los bolivianos que emigran masivamente han preferido buscar destinos más accesibles y cercanos cultural y geográficamente, como Argentina, Brasil o España, en lugar de los Estados Unidos. La población boliviana en territorio estadounidense es relativamente pequeña y no ha formado parte destacable de las grandes olas migratorias latinoamericanas que constituyen hoy uno de los ejes principales de la agenda política del presidente Trump. De hecho, los bolivianos representan una fracción ínfima del conjunto de inmigrantes indocumentados a los cuales Trump ha prometido repatriar masivamente.

En otras palabras, ni en el ámbito del narcotráfico ni en la cuestión migratoria Bolivia figura como parte de las amenazas directas percibidas por la administración Trump. Lo que sí llama la atención de Estados Unidos en Bolivia es la presencia creciente de China, especialmente en sectores estratégicos como la explotación e industrialización del litio, considerado por Washington como un recurso fundamental para el futuro económico y tecnológico global. Aunque esta presencia china genera interés y cierta inquietud en Washington, no alcanza aún el nivel de preocupación que genera en otros países latinoamericanos como Brasil, Argentina o Chile, cuyos vínculos estratégicos y económicos con China son significativamente mayores. La participación rusa, si bien presente en algunos aspectos tecnológicos y comerciales, tampoco se percibe aún como una amenaza estratégica inmediata o prioritaria desde la perspectiva estadounidense.

Por tanto, el desafío para Bolivia no radica únicamente en comprender estas presiones externas derivadas de la renovada Doctrina Monroe, sino también en reconocer con realismo que su importancia relativa en la agenda geopolítica estadounidense continúa siendo limitada. Esto implica que Bolivia cuenta con un mayor margen de maniobra diplomática para gestionar con habilidad pragmática sus relaciones exteriores, evitando caer en confrontaciones directas con Estados Unidos, y al mismo tiempo manteniendo acceso fluido a los beneficios que China y Rusia puedan ofrecer en términos económicos, tecnológicos y comerciales.

2. El pragmatismo boliviano en la coyuntura actual: Un desafío histórico para Bolivia

Bolivia enfrenta hoy una de las crisis más complejas de su historia reciente, marcada por profundas dificultades económicas, políticas y sociales. Esta crisis es posiblemente tan o más grave que la vivida en los años ochenta, cuando el país atravesaba una dramática hiperinflación e inestabilidad política crónica. La actual coyuntura refleja el agotamiento definitivo de un modelo económico y político basado principalmente en la exportación de gas natural y el protagonismo central del Estado en la gestión económica. Este modelo, que impulsó el crecimiento durante gran parte del siglo XXI, ha llegado a su fin, dejando al país sumido en incertidumbre sobre el futuro y en la necesidad urgente de reinventar su estrategia nacional de desarrollo.

En agosto próximo, Bolivia acudirá nuevamente a las urnas en medio de este complejo escenario. Independientemente de quién gane las elecciones, el futuro presidente heredará una situación sumamente crítica, caracterizada por una economía severamente deteriorada, instituciones debilitadas, alta conflictividad social, y una población profundamente desencantada con los liderazgos políticos tradicionales. El nuevo gobierno deberá comprender la magnitud histórica de este reto, pues sus decisiones definirán no solo la recuperación inmediata del país, sino también su estabilidad y posición estratégica en el nuevo contexto mundial, dominado por el pragmatismo realista de potencias como Estados Unidos, China y Rusia.

Ante este desafío histórico, Bolivia está obligada a redefinir su pragmatismo estratégico no como mera neutralidad pasiva, sino como una estrategia consciente y deliberada de posicionamiento internacional que proteja los intereses nacionales concretos. La política exterior debe dejar atrás planteamientos ideológicos rígidos o alianzas automáticas y buscar un equilibrio estratégico inteligente, pragmático y consciente de los riesgos y oportunidades globales.

Para lograr esta necesaria posición pragmática, el próximo gobierno debería asumir con claridad y determinación las siguientes líneas de acción:

a. Diplomacia silenciosa y discreta:

En el actual contexto, la diplomacia boliviana debe alejarse de los discursos confrontacionales o polarizadores del pasado reciente. El próximo gobierno deberá mantener una postura cautelosa, evitando declaraciones retóricas que aumenten la tensión innecesariamente con Washington, Beijing o Moscú. Esto implica gestionar las relaciones con China y Rusia con menor exposición pública, focalizando la cooperación en aspectos técnicos, comerciales y de inversión específicos, especialmente en sectores clave como minería, litio e infraestructura crítica. La diplomacia discreta permitirá a Bolivia reducir significativamente riesgos de represalias o sanciones internacionales, especialmente desde Estados Unidos, sin perder los beneficios concretos que aportan estas potencias.

b. Diversificación estratégica con Estados Unidos:

Al mismo tiempo, Bolivia deberá aprovechar la oportunidad para reconstruir de manera pragmática sus vínculos con Estados Unidos. Si bien es cierto que ni la producción de drogas ni la migración boliviana representan amenazas estratégicas para la administración Trump, sí existen áreas específicas donde Washington podría estar interesado en fortalecer su relación con Bolivia, particularmente en temas económicos, tecnológicos y comerciales.

El nuevo gobierno deberá, por tanto, retomar con rapidez los diálogos bilaterales pragmáticos con Estados Unidos en áreas de mutuo beneficio como la agroindustria, cooperación tecnológica, inversiones en infraestructura energética, desarrollo del sector litio, y colaboración específica en la lucha contra delitos transnacionales relacionados con el narcotráfico. Estados Unidos bajo Trump valora especialmente resultados concretos, inmediatos y visibles. Bolivia puede aprovechar esta perspectiva transaccional para negociar acuerdos que tengan un impacto positivo directo en la economía nacional y que contribuyan a la estabilidad interna.

c. Comunicación clara, transparente y proactiva con Washington:

La relación diplomática entre Bolivia y Estados Unidos debe basarse en una comunicación clara, transparente y proactiva. La próxima administración boliviana tendrá que asegurar que Washington entienda claramente las motivaciones pragmáticas de sus relaciones con China y Rusia, señalando explícitamente que estos vínculos son estrictamente económicos y comerciales y no obedecen a intenciones estratégicas o geopolíticas adversas a Estados Unidos.

Esta transparencia contribuirá a reducir desconfianzas, minimizar tensiones, y facilitar un diálogo más constructivo y estable con Washington. Además, Bolivia debe enfatizar en las áreas concretas donde puede ofrecer valor a Estados Unidos, como en la producción de minerales estratégicos o la cooperación en seguridad regional, reduciendo así cualquier percepción negativa o desconfianza innecesaria.

d. Limitar estratégicamente la dependencia crítica hacia una sola potencia:

Finalmente, Bolivia debe evitar cometer el error de depender críticamente de un solo socio internacional en áreas sensibles como telecomunicaciones (especialmente redes 5G), ciberseguridad, infraestructura crítica o defensa. Específicamente, la próxima administración deberá evaluar cuidadosamente las inversiones estratégicas provenientes de China y Rusia, particularmente en sectores que Estados Unidos percibe como sensibles o prioritarios en términos de seguridad nacional. Bolivia debe mantener una prudente diversificación de sus relaciones internacionales, evitando compromisos estratégicos con un solo socio que pudieran generar una reacción negativa fuerte desde Estados Unidos.

Para ello, será fundamental impulsar alianzas económicas regionales adicionales con países vecinos como Brasil, Argentina, Chile y Perú, y también fortalecer relaciones económicas específicas con socios tradicionales como Europa, Canadá, Japón y Corea del Sur. Este enfoque disminuirá considerablemente la vulnerabilidad boliviana frente a cualquier represalia potencial y aumentará el margen de maniobra estratégico del país.

Un llamado urgente a la acción estratégica

En definitiva, el nuevo gobierno boliviano tendrá la obligación histórica de responder pragmáticamente ante una coyuntura compleja en lo nacional e internacional. La gravedad de la crisis actual implica que Bolivia no tiene margen para errores estratégicos o ideológicos en política exterior. El pragmatismo inteligente y realista debe convertirse en la brújula esencial que guíe al país en los próximos años.

Este pragmatismo no solo debe estar orientado a mantener equilibrios externos inteligentes, sino también a reforzar urgentemente las instituciones internas y la economía nacional, condición indispensable para que Bolivia tenga una voz legítima, respetada y efectiva en el contexto global. La colaboración estrecha entre gobierno, sector privado y sociedad civil será clave en esta tarea histórica. La única forma en que Bolivia podrá superar exitosamente esta crisis sin precedentes es asumiendo con realismo su posición en el mundo, negociando pragmáticamente sus relaciones internacionales, y garantizando que sus decisiones estratégicas respondan únicamente a la defensa clara y efectiva del interés nacional.

3. Fortalecimiento interno como base del pragmatismo exterior: el desafío de reconstruir la institucionalidad y recuperar la legitimidad democrática

Para que la estrategia de pragmatismo inteligente en el plano internacional sea efectiva, Bolivia necesita abordar con urgencia la profunda crisis interna que hoy afecta sus fundamentos democráticos e institucionales. La democracia representativa atraviesa una crisis global de legitimidad, pero en Bolivia la gravedad de esta crisis es particularmente preocupante, reflejada en niveles históricos de desconfianza hacia las instituciones políticas, judiciales y económicas, así como hacia los liderazgos partidarios tradicionales. Esta situación debilita gravemente la capacidad del país para actuar con autonomía y autoridad frente a presiones internacionales.

En este contexto, el desafío inmediato del próximo gobierno no será únicamente definir una política exterior pragmática, sino también desarrollar un pragmatismo estratégico interno, entendido como la capacidad realista y efectiva para reconstruir instituciones sólidas, reducir significativamente la polarización social y política, y restablecer la legitimidad y fortaleza del Estado para implementar una agenda nacional coherente. Este pragmatismo estratégico interno será la condición indispensable para avanzar hacia un verdadero rescate económico, una reconstrucción institucional duradera y una presencia internacional sólida y respetada.

Para concretar este pragmatismo estratégico interno, el próximo gobierno debería asumir tres líneas de acción fundamentales:

 

a. Reconstrucción institucional profunda y transparente

La crisis institucional que hoy afecta a Bolivia tiene múltiples dimensiones: una profunda pérdida de credibilidad de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, corrupción generalizada en las instituciones públicas, y un sistema judicial debilitado por influencias políticas y falta de transparencia. Esta fragilidad institucional no solo genera incertidumbre interna, sino que también limita drásticamente la capacidad negociadora del país en el exterior.

Por lo tanto, es crucial una reforma integral y profunda del sistema judicial y las instituciones del Estado, con especial énfasis en garantizar la independencia real de poderes y la transparencia en la gestión pública. Ello requiere:

  • Despolitizar urgentemente los procesos de selección de jueces y fiscales, promoviendo mecanismos independientes y transparentes para elegir autoridades judiciales idóneas.
  • Garantizar la transparencia plena en las contrataciones públicas, reforzando mecanismos efectivos de control social e institucional para reducir drásticamente la corrupción.
  • Promover la transparencia presupuestaria y administrativa del Estado, estableciendo mecanismos que recuperen la confianza ciudadana en la gestión pública.

Solo a través de instituciones sólidas, independientes y transparentes, Bolivia podrá enfrentar con legitimidad y fortaleza las presiones externas y negociar con éxito en el contexto internacional actual.

b. Reducción efectiva de la polarización social y política

Bolivia vive hoy una polarización política y social intensa que debilita significativamente al Estado, limita el diálogo democrático, genera constante inestabilidad política y afecta negativamente la legitimidad y fortaleza de cualquier gobierno. Para superar este desafío, el pragmatismo estratégico interno deberá enfocarse en:

  • Establecer mecanismos concretos de diálogo nacional, amplios y permanentes, que involucren a todos los sectores políticos, económicos y sociales relevantes del país. El próximo gobierno deberá asumir con pragmatismo que, sin diálogo efectivo, no habrá estabilidad ni reconstrucción económica o institucional posible.
  • Desarrollar una agenda de consensos mínimos que permita acuerdos sobre temas estratégicos prioritarios para el país (económicos, sociales, judiciales, educativos), garantizando gobernabilidad interna a largo plazo.
  • Evitar la tentación de imponer visiones partidarias excluyentes; en cambio, promover un liderazgo conciliador, pragmático y abierto a la cooperación con diversos sectores, reconociendo que la estabilidad y la unidad nacional son condiciones fundamentales para enfrentar con éxito las presiones internacionales.

c. Alianza estratégica público-privada como base de la recuperación económica y estabilidad política

La reconstrucción económica e institucional del país no será posible sin una sólida alianza estratégica entre el sector público y el sector privado. Este vínculo no debe ser circunstancial o coyuntural, sino que debe convertirse en una característica permanente y estructural del nuevo modelo de gestión económica y política de Bolivia. La alianza público-privada debería fundamentarse en:

  • Promover espacios institucionales permanentes de diálogo y cooperación entre gobierno y sector privado, que permitan tomar decisiones rápidas, pragmáticas y efectivas en temas económicos estratégicos, especialmente en inversiones, infraestructura, comercio exterior e industrialización.
  • Impulsar una agenda conjunta de recuperación económica, que combine políticas estatales claras con inversiones privadas estratégicas para generar empleo digno, reducir pobreza y estimular crecimiento económico sostenible.
  • Reconocer explícitamente que el sector privado boliviano es un actor estratégico imprescindible para lograr estabilidad interna, desarrollo económico y fortaleza institucional frente a desafíos externos.

  

Del pragmatismo estratégico interno como fundamento de la acción exterior

En definitiva, el pragmatismo estratégico interno es mucho más que un simple ajuste coyuntural: es la respuesta urgente, necesaria y realista a la crisis profunda que atraviesa Bolivia en el ámbito económico, institucional y político. Solo reconstruyendo instituciones sólidas y transparentes, reduciendo significativamente la polarización y generando legitimidad democrática real, el próximo gobierno podrá tener la fuerza y autoridad necesarias para avanzar en la recuperación económica nacional y defender de manera efectiva y autónoma sus intereses estratégicos en el complejo contexto internacional actual.

Este desafío interno representa una oportunidad histórica para que Bolivia reconstruya su democracia representativa sobre bases más sólidas, pragmáticas y sostenibles. La coherencia interna será clave para fortalecer la capacidad negociadora externa del país, asegurando que Bolivia pueda ubicarse estratégicamente en el nuevo orden mundial, defendiendo con claridad y eficacia su soberanía, sus intereses económicos y su estabilidad política y social a largo plazo.

 

Un llamado al pragmatismo estratégico para enfrentar el desafío histórico de Bolivia

La coyuntura actual impone a Bolivia un desafío histórico sin precedentes. Frente al agotamiento de su modelo económico basado en la exportación de gas natural y al deterioro profundo de sus instituciones democráticas, el próximo gobierno deberá actuar con un pragmatismo estratégico que permita simultáneamente superar la crisis interna y posicionar efectivamente al país en un entorno internacional marcado por la renovada Doctrina Monroe, la rivalidad entre potencias y la competencia económica global.

Para enfrentar con éxito este complejo escenario, Bolivia debe adoptar acciones concretas basadas en tres pilares fundamentales:

Primero, en lo internacional, Bolivia debe asumir un realismo estratégico que reconozca la naturaleza pragmática y transaccional de las relaciones internacionales actuales. En concreto, esto implica diversificar inteligentemente sus relaciones con Estados Unidos, China y Rusia, evitando confrontaciones innecesarias mediante una diplomacia discreta, proactiva y profesionalizada. Este equilibrio estratégico permitirá al país atraer inversiones, tecnología y cooperación técnica sin quedar atrapado en conflictos geopolíticos que afecten su autonomía.

Segundo, el pragmatismo estratégico interno resulta indispensable para dotar al próximo gobierno de la legitimidad y fortaleza institucional que requiere. La profunda crisis democrática y de confianza ciudadana exige una reconstrucción institucional efectiva, reduciendo drásticamente la polarización política y fortaleciendo la independencia judicial, la transparencia administrativa y la estabilidad política. Sin instituciones sólidas, Bolivia será vulnerable ante presiones externas y carecerá de la fuerza necesaria para implementar una agenda coherente de recuperación económica y estabilidad social.

Tercero, el país debe priorizar una alianza estratégica público-privada que impulse decididamente el desarrollo económico integral. Esto implica apostar estratégicamente por sectores con alto potencial como la energía renovable, la industrialización del litio, la diversificación productiva, y fomentar la innovación tecnológica y educativa mediante inversiones conjuntas público-privadas. Asimismo, resulta fundamental asegurar una política integral y efectiva en seguridad ciudadana, fortaleciendo las capacidades institucionales y abordando las raíces profundas de la conflictividad social.

En suma, el próximo gobierno de Bolivia enfrentará una prueba histórica de liderazgo, realismo político y capacidad estratégica. La clave del éxito radicará en adoptar un pragmatismo integral que combine una política exterior inteligente, instituciones internas sólidas y una agenda económica dinámica impulsada por una alianza público-privada fuerte y activa. Solo así podrá Bolivia superar esta coyuntura crítica y proyectarse con fuerza y legitimidad hacia el futuro.

 . Sin instituciones sólidas, Bolivia será vulnerable ante presiones externas y carecerá de la fuerza necesaria para implementar una agenda coherente de recuperación económica y estabilidad social.

Tercero, el país debe priorizar una alianza estratégica público-privada que impulse decididamente el desarrollo económico integral. Esto implica apostar estratégicamente por sectores con alto potencial como la energía renovable, la industrialización del litio, la diversificación productiva, y fomentar la innovación tecnológica y educativa mediante inversiones conjuntas público-privadas. Asimismo, resulta fundamental asegurar una política integral y efectiva en seguridad ciudadana, fortaleciendo las capacidades institucionales y abordando las raíces profundas de la conflictividad social.

En suma, el próximo gobierno de Bolivia enfrentará una prueba histórica de liderazgo, realismo político y capacidad estratégica. La clave del éxito radicará en adoptar un pragmatismo integral que combine una política exterior inteligente, instituciones internas sólidas y una agenda económica dinámica impulsada por una alianza público-privada fuerte y activa. Solo así podrá Bolivia superar esta coyuntura crítica y proyectarse con fuerza y legitimidad hacia el futuro.

 

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